sábado, 24 de mayo de 2014

La hermosa sensación del trabajo bien hecho

Hoy es un día bellísimo.
El fútbol vencerá.
Hasta aquellos que nunca encienden la televisión, excepto en caso de emergencia, estarán esta noche frente al televisor. Ahora está en nuestras manos completar el sueño, hacerlo nuestro, real y verdadero. Con nuestras familias, con nuestros amigos: argumentos seductores.
En las calles, en las oficinas, en los mercados, en los colegios, en las empresas, en los bares, nadie ha hablado de otra cosa, durante esta semana.
La gran cita.
Esta noche, la gran final de la Champions 2014, en Lisboa, ciudad hermana.
Dos equipos con el mismo nombre de ciudad, dos escudos, dos camisetas, dos colores, dos aficiones, dos maneras de entender la vida y el fútbol, y un solo partido, y una sola copa.                                  
¿Jugará Diego Costa, tras su cura con placenta de yegua? ¿Afrontará con garantias Cristiano Ronaldo la posibilidad de jugar? Todo está entre signos de interrogación. Salvo una cosa. Ambos equipos han hecho, ya, independientemente de lo que suceda esta noche, felices a sus aficiones, a muchos miles y miles de personas: por su esfuerzo y por su compromiso. Los dos equipos mirarán al cielo lisboeta, cuando suene el himno de la Champions, con la hermosa sensación del trabajo bien hecho. El primer gol ya ha subido al marcador de nuestros corazones.




jueves, 15 de mayo de 2014

El fútbol más que nunca

Anoche, el Sevilla ganó espartanamente la Europa League en la ruleta de penaltis. En las gradas, o frente al televisor, los jugadores del Real Madrid, y del Atlético de Madrid, asitían a la final con el ánimo convertido en un campo de minas, preparando el corazón para la suya, en nueve días.
La vida más que nunca y el fútbol un poco más. El fútbol no es un deporte. O no es sólo un deporte. Es una escuela para enseñarnos a vivir, para mejorar cada día, para aprender a superar nuestras propias limitaciones.
Anoche, asistimos a un partido de fútbol ejemplar. 
La humildad de Beto, guardameta del Sevilla, dio la victoria a su equipo. Y la confianza en sí mismo. Fue el mejor siendo uno más. 
Entre lagrimas, mirando al cielo turinés: "Es un orgullo para mí formar parte de este equipo. Le dedico esta Copa a mi padre, que estará orgulloso de mí."
Mientras, ante una rueda de voraces periodistas, Emery, entrenador sevillista, secundaba a su pupilo: "Aprendimos a sufrir para ganar."
 Los valores del fútbol exportables a la vida de cada día, de cualquier persona, en cualquier rincón del planeta.
El sábado, a las seis de la tarde, casi hora taurina, la segunda parte de un partido transcendente. ¿Quién ganara esta liga de montaña rusa? ¿El agónico Atlético de Madrid? ¿El decapitado Barcelona?